17 de julio de 2009

Bosque de Valsaín.

Un bosque protegido


El bosque de Valsaín es quizás el más hermoso y mejor cuidado de los bosques del Sistema Central, administrado hoy por el Ministerio de Medio Ambiente, antes por el Icona y durante siglos por la Casa Real. Históricamente los gestores de Valsaín han sido extraordinariamente cuidadosos, gracias a lo cual este bosque ha conservado un alto grado de naturalidad; de hecho, una parte de él, el Pinar de la Acebeda, fue uno de los primeros espacios protegidos en España, al ser declarado, allá por los años veinte del pasado siglo, sitio natural de interés nacional.
Pero ello no significa que Valsaín esté libre de toda impronta humana: como en muchas otras partes de estas montañas, el pinar de pino silvestre o albar (Pinus silvestris) ha visto extendidos sus dominios sobre el robledal de melojo (Quercus pyrenaica), aunque Las Matas de Valsaín, como llaman aquí al melojar, cubren todavía una buena extensión. La jara (Cistus laurifolius), acompañante del roble, pero que no desaparece tras su ausencia y permanece en compañía de los pinos en los terrenos conquistados por éstos, nos indica la antigua extensión de los melojares, que ascendían aproximadamente hasta los 1600 metros de altitud.

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La presencia de un aserradero, instalado a finales del siglo XIX, aunque hoy renovado y reubicado, deja bien claro que el pinar es objeto de explotación. Para facilitar ésta, el monte se encuentra dividido en una serie de zonas en donde los árboles son relativamente coetáneos. Cada una de ellas se explota por turno a medida que los pinos alcanzan el tamaño preestablecido, aunque manteniendo siempre un número suficiente para no dejar el suelo desnudo y garantizar la presencia del bosque.

Diversidad faunística e historia


La riqueza faunística de Valsaín es fácilmente apreciable con tan solo dar un corto paseo por sus caminos y sendas: desde el pequeño chochín que emite su canto, oculto entre las zarzas, hasta los silenciosos y majestuosos buitres negros cuyos nidos coronan los más altos pinos.
Algunas especies, como el pinzón, los carboneros, agateadores, trepadores, verdecillos y muchos otros pequeños pájaros son muy abundantes y fáciles de observar; otras, como los picos picapinos durante el día o el cárabo en las horas nocturnas, serán más frecuentemente oídas que vistas; y unas pocas, como las rapaces que anidan en la espesura forestal y, en particular, las grandes águilas, solo muy de tarde en tarde se mostrarán fugazmente ante nuestros ojos.

No será difícil observar alguna ardilla trepando por los pinos o correteando entre éstos e incluso podremos tener la suerte de sorprender la carrera de un corzo que huye ante nuestra cercanía, aunque quizás su movimiento brusco entre la vegetación en su huida genere más sorpresa en nosotros que nuestra presencia en el propio animal. Más difícil será observar algún jabalí ya que estos pasan inadvertidos en la espesura del sotobosque, y seremos muy afortunados si conseguimos deleitarnos con los baños alegres y juguetones de las escasas nutrias que pueblan los arroyos de la zona.

Fue el naturalista y ornitólogo José María Castellarnau el pionero en el estudio del bosque de Valsaín, allá por el año 1877 mediante una monografía titulada: Estudio Ornitológico del Real Sitio de San Ildefonso y sus alrededores.
No fueron sólo científicos como Castellarnau quienes encontraron en Valsaín inspiración para su trabajo; también el Nobel de literatura Ernest Hemingway eligió este bosque como escenario para su novela Por quién doblan las campanas, Para quién haya leído la obra y recorra estos parajes, no resultará difícil reconocer en el puente de La Cantina, en las Siete Revueltas o en los altos de La Camorca algunos de los lugares en los que se desarrolla la acción, aunque en ningún momento se citen por su nombre.

Itinerarios


Los mejores itinerarios para recorrer el bosque son los peatonales, que cada cual puede organizar a su gusto aprovechando las pistas forestales que lo recorren, las cuales están cerradas al tráfico rodado. Los tres más clásicos son el Camino de Schmidt, la antigua cañada real y calzada romana, y el sendero de gran recorrido GR.10.1.

El Camino de Schmidt se inicia en el puerto de Navacerrada hasta el valle de la Fuenfría, la cañada real cruza por el puerto de la Fuenfría; y el GR.10.1 parte del mismo puerto de la Fuenfría hasta el puerto de Cotos.
Desde el puerto de Navacerrada, en la carretera de Villalba a Segovia, se contempla buena parte del bosque, con las laderas de Peñalara, de la Loma del Noruego y de las Guarramillas o Bola del Mundo, cerrando el alto valle del Eresma, con la llanura castellana como telón de fondo. Del mismo puerto sale un ramal señalizado hacia la pista de esquí del Escaparate, en cuya base una señal indica el comienzo del Camino Schmidt. Marcada con círculos amarillos sobre los troncos de los árboles, la senda lleva, en unas dos horas aproximadamente, según el ritmo de la marcha, hasta el valle de la Fuenfría, atravesando primero los pinares y praderas de la vertiente norte de los Siete Picos, para luego pasar a la sur por el Collado Ventoso.


El sendero de gran recorido GR.10.1 penetra en el valle de Valsaín por el puerto de Cotos. Desde sus 1.830 metros de altitud, desciende 500 hasta desembocar en el kilómetro 131,1 de la carretera 601 Villalba-Segovia. La sigue unos 500 metros, y luego, frente a la venta de los Mosquitos, muy poco por encima del puente de la Cantina, continúa hacia poniente por una pista asfaltada. Por ella discurre suavemente durante tres kilómetros, para después ascender más rápidamente hasta los 1.796 metros del puerto de la Fuenfría. Señalizados con rojo y blanco, los aproximadamente once kilómetros del trazado del GR.10.1 coinciden en gran parte con pistas forestales, por lo que su recorrido no ofrece ninguna dificultad.

Antes de que se abriera la actual carretera Villalba-Segovia por el puerto de Navacerrada, el paso de la sierra de Guadarrama se efectuaba por el puerto de la Fuenfría. Por él discurre una cañada real de ganado trashumante, y hasta él asciende desde Cercedilla una carretera, que luego si convierte en pista forestal cerrada al tráfico. Su trazado sigue de cerca el de la vieja calzada romana que iba desde Titulcia, cerca de Aranjuez, hasta Segovia y Valladolid, cuyos restos se conservan cuidadosamente. Una vez en lo alto del puerto, la pista se adentra en Valsaín por la cuenca de la Acebeda, para, siempre cuesta abajo, terminar en el pueblo que da nombre al bosque.
Desde el puerto de Navacerrada desciende la carretera por la empinada ladera de las Siete Revueltas, salva luego el Eresma por el puente de la Cantina y atraviesa después el pinar del fondo del valle –en el que hay dos zonas de aparcamiento en La Boca del Asno y Los Asientos-, para continuar entre robles hasta el pueblo de la Pradera de Navalhorno. Un poco antes de las primeras casas, y señalizado a la derecha, se encuentra el CENEAM, un centro de educación ambiental con una exposición sobre el bosque, que puede ser visitado por el público general los sábados de 10 a 13 y de 16 a 17 horas.
También desde el puerto de Navacerrada sale la carretera hacia Lozoya, que hasta el puerto de Cotos tiene un trazado prácticamente horizontal que discurre por las partes más altas del valle del Eresma, y a la que sigue en paralelo el pequeño ferrocarril de montaña que va de Cercedilla a Cotos.

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