11 de agosto de 2012

Castillo de Coca

La villa de Coca


Villa asentada en la comarca conocida como Tierra de Pinares, sobre una meseta junto a la confluencia arbolada de los ríos Eresma y Voltoya, de larga historia, ya que los primeros vestigios de la presencia humana se remontan a la edad del Bronce Antiguo, pero el primer dato documental que existe (año 151 a.C.), se corresponde con la dominación del imperio romano y bajo el nombre de Cauca. Cabe destacar que en esta villa nació el emperador Teodosio El Grande.

Después llegaron también visigodos y musulmanes, siendo reconquistada por Alfonso VI en 1.086.
Todos estos pobladores fueron dejando su huella en forma de construcciones y podemos considerar los siguientes monumentos como los más importantes de la villa:

Torre de San Nicolás, declarada Monumento Histórico-artístico Nacional en 1.931, su construcción es de mampostería y ladrillo. Su uso más importante fue el militar, como puesto de observación y vigilancia.

Murallas medievales, que en su día rodeaban la ciudad. Hoy sólo quedan en pie unos 200 metros.

Verracos prerromanos, son representaciones de animales, labradas en granito y su función era delimitar extensas áreas de pastoreo. En la ciudad encontramos tres esculturas zoomorfas prerromanas. Dos de ella, se pueden observar en la parte exterior de la muralla, junto a la puerta de la Villa. La otra, se encuentra empotrada en uno de los muros del recinto exterior del castillo.

Puerta de la Villa, es la única que se conserva de las tres que existieron, antiguamente llamada Puerta de Segovia.

Iglesia de Santa María la Mayor, es la única que se conserva de las ocho con que contara la villa.

Existe un tramo de calzada romana, que era un ramal de la vía XXVI, que unía el núcleo urbano con la Villa de los Flavios. Daba entrada a la Puerta Norte, y fue única entrada al municipio por esta zona hasta el siglo XIX.

Cloaca romana, descubierta al realizar la obra de apertura de la carretera de bajada al puente grande, a finales del siglo XIX. Se tiene constancia de que fue utilizada tanto en el bajo como en el alto imperio.

Edificio romano y manantial de los cinco caños, se trata de un edificio altoimperial, del siglo I ó II d.C. de funcionalidad no conocida, pero que sin lugar a dudas tenía relación con el agua. Podría haber sido una vivienda con termas ó una gran fuente monumental.

Ermita de Santa Rosalía, ha permanecido abandonada desde mediados del siglo pasado. Fue fundada en 1718, está construido en ladrillo, posee una importante galería y una pequeña torre en uno de sus extremos.

Castillo de Coca, es uno de los monumentos más destacados de la Comunidad de Castilla y León, seguramente junto al Alcazar de Segovia, la fortificación o castillo más curioso y original de la provincia y probablemente de la región.
Grabado siglo XVII

Sus importantes proporciones, su fábrica de ladrillo que concilia de forma armoniosa su funcionalidad y belleza y su importante despliegue decorativo en el interior (posee uno de los mejores conjuntos de pinturas mudéjares, tanto interiores como exteriores), entre otros confieren a esta construcción militar un especial atractivo.

Su construcción se debe a Don Alonso de Fonseca, sobrino del arzobispo de Sevilla de mismo nombre que fue quien recibió el permiso real para la construcción del castillo.
En 1928, la Dirección General de Bella Artes, lo declaró Monumento Histórico Nacional , adscrito al Tesoro Artístico Español. En 1954 fue cedido al Ministerio de agricultura para la instalación de una Escuela de Capacitación forestal que sigue funcionando en la actualidad. Se puede llegar hasta sus puertas en coche.

Información:
Las visitas guiadas al castillo las lleva Acture de Coca SC, Tel: 617.573554 con el siguiente horario*:
  • Mañanas de 10,30 hrs. a 13,00 hrs.
  • Tardes de 16,30 hrs. a 18,00 hrs.
*Estos horarios pueden sufrir modificaciones

Bibliografía y enlaces recomendados:
"Coca y sus monumentos". Cámara Muñoz, Guzmán. Segovia 1990.
http://www.descubrecoca.com/
http://www.castillodecoca.com/


El Castillo


El Castillo de Coca, pese a ser un edificio singular tanto por su admirable concepción militar como por su ornamentación, y pese a ser mencionado por grandes especialistas en la historia del arte, no ha sido objeto de ningún estudio monográfico en profundidad.

Situado en la alta meseta limitada por la confluencia de los ríos Eresma y Voltoya, es, sin duda, el mejor castillo de estilo mudéjar construido durante el siglo XV, con perfecta  simbiosis entre su carácter militar y su aspecto ornamental de casa-palacio.
Así, desempeña las dos funciones, de unidad fortificada y de residencia señorial, cumpliendo el afán propagandístico de poder como era característico entre los nobles de la Baja Edad Media, junto al objetivo más real de auténtica defensa física.

El castillo de Coca, abierto en su parte occidental hacia el valle formado por el gran río segoviano y su afluente, no parece justificar su construcción en este emplazamiento para cualquiera que se dirija hacia él desde la meseta castellana, al no localizarse en una zona alta idónea para situar una atalaya con fines defensivos. La cosa cambia cuando el visitante se encuentra situado en sus proximidades y descubre el ancho y profundidad del foso que lo circunda por este lado, de dimensiones sin precedentes, totalmente revestido de ladrillo.


Así, desde cierta distancia, el castillo presenta un perfil relativamente bajo, resultando un blanco difícil para la artillería que no se habría podido dirigir hacia sus partes bajas y vulnerables sino con disparos de alta trayectoria y, por tanto, poca fuerza destructiva, hablándonos de una perfecta adaptación al terreno y a un profundo estudio militar de defensa, de construcción de castillo «alamborado», es decir dentro del foso.

El edificio, cuya puerta principal del recinto exterior se unia con la villa de Coca y su muralla por un puente levadizo, se compone de una planta cuadrangular con espectacular conjunto de doble recinto y torres que dan movimiento al edificio, donde destaca la Torre del Homenaje.

El recinto exterior, cuya parte sudeste aún presenta una fábrica de mampostería prolongación de la muralla de la villa, consta en sus ángulos de cuatro torres octogonales, cuyos vértices se refuerzan por grandes garitones poligonales rematados en puntas de diamante, recordando a la Torre del Clavero en Salamanca.
Los garitones también se repiten rítmicamente en los paños que unen las torres, pero esta vez con planta cilíndrica con remate en forma de cono.

La puerta principal, dirigida hacia el este, de lóbulos invertidos, está flanqueada por otros dos torreones ochavados. En el extremo opuesto del recinto exterior se encuentra otra gran puerta, ahora inutilizada, que podría ser la única que existiera primitivamente, obligando a los visitantes al castillo a efectuar un recorrido previo a lo largo del muro y a la vista de los defensores, debido al escarpe existente por ese lugar.

Todo el conjunto, combinando perfectamente su carácter defensivo con el decorativo, está rematado por una crestería de pequeños arquillos de medio punto, que hacen función en ocasiones de matacanes.

Los aspectos defensivos del castillo se refuerzan con un sistema de troneras que ofrecen protección de cualquier ángulo. En este castillo, que fue perfectamente planeado desde el punto de vista militar el talud del recinto interior no sólo servía para reforzar la muralla, sino para hacer rebotar entre los sitiadores los proyectiles arrojados desde las almenas; además, una escala apoyada contra él tenía que estar inclinada con un ángulo mayor, por lo que era menos vulnerable al ataque desde aquellas.

La puerta que da acceso al recinto interior está situada tras un recorrido en recodo respecto a la entrada principal y defendida por la Torre del Homenaje, a cuya protección se acoge.. Esta portada, que daba acceso a un patio destruido en el siglo XIX, está formada por un arco carpanel o apainelado, sobremontado por otro mayor de tipo ojival o apuntado.
Toda la planta de este recinto interior; cuyo núcleo quedó completamente destruido, es también cuadrangular.
La gran Torre del Homenaje se sitúa en el ángulo más próximo a la villa de Coca, ya por ser la zona más comprometida de defensa, ya por un afán de ostentación respecto a la población de vasallos dependientes del señor del castillo.
En sus restantes ángulos, tres torres poligonales enlazadas por adarves (pasillos estrechos almenados protegidos del exterior) con la misma decoración que todo el conjunto: remate de matacanes y merlones.

Sus muros son de espesores diversos, llegando a alcanzar los tres metros y medio en algunas partes. Los ladrillos constituyentes de todas sus fábricas, y que supusieron una cantera inagotable para la construcción en la villa a raíz de su abandono y saqueo durante mucho tiempo.

El acceso al interior del castillo se realizaba a través del patio por la torre noroeste, donde la escalera en la actualidad es sensiblemente más ancha, desde el piso superior partían todas las entradas, incluida la de la Torre del Homenaje, desde allí se comunicaba con sus plantas inferiores, manteniendo las partes domésticas y defensivas separadas por completo, como edificio bien organizado de la segunda mitad del siglo XV.

Lamentablemente, si es conocida por su conservación aceptable la parte defensiva de este castillo, la parte noble, lugar de la vivienda permanente, adecuada a fiestas y recepciones, y su correspondiente zona de servicios, en el interior, se ha perdido en gran parte. Se abriría al patio del siglo XVI, y en el resto que queda, que es el correspondiente a las torres y sus corredores de enlace, se suceden los pasadizos y habitaciones con todo un muestrario de bóvedas del tardo-gótico: de cuarto y medio cañón, apuntadas o de arista, de media naranja, vaídas, de rincón de claustro, esquifadas, de nervios Las zonas más importantes, ya por su amplitud, ya por su uso, son las correspondientes al interior de las torres de los ángulos, con cuatro pisos superpuestos.
Así, por ejemplo, la Torre del Homenaje, consta de tres salones cuadrangulares de 6 m de lado cada uno bajo los cuales se encuentra situada la capilla de idénticas dimensiones.
En cambio, la Torre de Pedro Mata, llamada así popularmente por el nombre del más cumplido caballero al servicio de los Fonseca, tiene tres estancias circulares y una poligonal, la inferior dedicada a prisión cuyo único acceso lo constituía el orificio central de su techo.

Ornamentación


El profundo mudejarismo del castillo de Coca se manifiesta, sobre todo, en el espíritu que impera en su ornamentación, de ahí su importancia, que hace de este edificio un ejemplo singular que exige un estudio más profundo de su decoración.
No sería el único especimen en su decoración mudéjar ilusionista, pero las aspiraciones restauradoras de los arquitectos del siglo XIX (y que aún perduran en muchos casos en nuestros tiempos) por descubrir las fábricas a pesar de que con ello dejen sin protección frente a la agresión climática paramentos que nunca se pensaron estuvieran a la vista, nos han privado de otras decoraciones, ocultas bajo distintos encalados posteriores
Se ha achacado como defecto al castillo de Coca el haber sido construido en ladrillo (este era el concepto que se tenía en una época muy poco posterior a su construcción). En realidad, la durabilidad de este «pobre material» esta probada en este edificio. La parte que más ha sufrido ha sido precisamente la realizada con materiales nobles, que incitan a su sustracción, venta y desaparición.
Pero, por otro lado, el ladrillo era el único material que hubiera permitido el juego de decoración que el alarife que lo erigió quería conseguir; ningún otro material se hubiera amoldado a las combinaciones realizadas, unas veces cubierto con mortero, otras veces a la vista y en contraste con su propia llaga.
Este monumento no sólo se ha construido en ladrillo sino que en él, se ha realzado la capacidad decorativa de este material.

¿Cuál podría ser la datación de esta ornamentación?
No se conoce ningún documento que nos cite exactamente los años de su realización, pero hay que considerar que, un revestimiento que se aplica tanto por su función decorativa como protectiva hacia el material de construcción, se trabaja justo en el momento en que ha finalizado la fase constructiva. Si el castillo fue realizado en distintos tiempos a lo largo del último cuarto del siglo XV, los morteros decorados
También se realizarían en varios plazos, ya rayando con el cambio de siglo; mucho más tarde tampoco parece adecuado datarla, teniendo en cuenta el estilo en que se encuadra esta ornamentación.

En el castillo de Coca todo está profusamente decorado, llegando esa ornamentación a invadir todos los espacios, tanto el exterior como el interior, aspilleras, corredores, jambas y dinteles de puertas y ventanas, etc. No se trata de un sólo tipo de decoración, sino del uso combinado de cuatro técnicas ornamentales para conseguir confundir al espectador, en un despliegue de conocimientos del buen hacer del siglo XV, del abanico de posibilidades que ofrecían las técnicas de ornamentación mudéjares, de un manierismo que lleva al límite los recursos técnicos.
Por un lado nos encontramos la ornamentación de la zona superior de los muros exteriores, realizada con el propio ladrillo recortado, aplantillado, colocado en distintas posiciones, podríamos llamarla la ornamentación escultural- arquitectónica.
La segunda técnica consiste en mostrar tambien el propio ladrillo, pero falseando y dibujando sus contornos mediante la llaga de mortero, que a veces se sobrepone a la propia superficie del ladrillo, o a veces está trabajado con línea central, pulido, recortado en ángulo, o dejando libre el perímetro de áquel. Es la ornamentación por medio de la llaga.
Por razones obvias de protección del propio material ladrillo, para favorecer su duración, muchas veces está recubierto por un enfoscado o enlucido.
Y entonces, en el castillo de Coca nos encontramos con dos decoraciones diferentes:
En la primera, se pueden observar dibujos grabados, es el tipo de ornamentación grabada.
Por último, sobre la capa de mortero, se puede utilizar el color en la ornamentación pintada, muchas veces en imitación ilusionista de las propias hiladas de ladrillo, de medidas semejantes a las originales, a veces, simulando un despiece de sillares o las dovelas de un arco, o utilizando el color en un sentido libre de creación decorativa.
En cuanto a los motivos utilizados en estos dos casos de ornamentación se podrían agrupar en geométricos, arquitectónicos, epigráficos, heráldicos, vegetales, simbólicos y zoomorfos, siendo, en este monumento, los más abundantes los dos primeros, y no existiendo la representación humana.

En esa decoración pintada se ha trabajado utilizando solamente tres colores, el propio del mortero, el rojo almagre (tierra natural de óxido férrico, y en ocasiones, el negro de humo.
Muchas veces, antes de aplicar estos colores, en el mortero aún fresco se ha trazado primero el dibujo por medio de la técnica del grabado, por lo menos en las líneas principales, para lograr la estructuración general del diseño. Observando este grabado con atención podemos detectar los puntos centrales de los arcos realizados con cuerda a modo de compás, o las líneas verticales y horizontales que se marcan al soltar con cierto impulso la cuerda tendida entre dos extremos; otras veces, ese grabado es la trasposición rápida de un motivo repetitivo diseñado previamente sobre un papel.

En el castillo de Coca el mortero elegido, aplicado en dos capas, está compuesto por yeso, material más común en la zona, de terrenos sedimentarios, que la piedra calcárea de la que se puede extraer la cal. El yeso, unido al uso obligado de la pintura «al seco» (por no tratarse de un mortero de cal y arena, que hubiera permitido la pintura al fresco), que conlleva la técnica del temple para la aplicación de los colores, ha provocado una mala conservación a través del tiempo, ya por la patología húmeda, sobre todo en el exterior por la acción del clima, ya por el abandono a que se ha visto sometido.
De la decoración exterior dice Torres Balbás  que «el contraste entre la desnudez de sus muros y la coronación, tan rica en juegos de luz y sombras, es felicísima». No es completamente real esta aseveración, la idea que nos puede dar la contemplación del castillo de Coca en la actualidad no es sino la sombra del aspecto que presentaría en los siglos XV y XVI, donde ese contraste entre esas dos zonas se paliaría supliendo la ausencia de movimento de volúmenes de la arquitectura con las variaciones de vivo color de la pintura de sus muros.
Necesitamos de nuestra imaginación para reconstruir la ornamentación en todo su esplendor y entonces comprenderíamos que ese contraste del que nos habla Torres Balbás no era tal, el alarife juega con la arquitectura real y la fingida en una acepción barroca del lenguaje mudéjar.

Mientras la parte superior de sus muros está compuesta por una arquitectura muy movida con marcada cornisa de arquillos y tajado vertical de columnillas de ladrillo aplantillado, la parte inferior suplía ese juego de luces y sombras con una decoración pictórica que llenaba todo el espacio buscando el mismo contraste, con una concepción globalizadora del conjunto. En esa zona, bandas verticales de gran colorido en rojo almagre de motivo repetido en organización vertical alternaban con otras de color mortero, produciendo el mismo efecto de verticalidad que mantiene la arquitectura superior, prolongándola.

Una franja horizontal con decoración geométrica que recorre todo su perímetro, de rombos centrales con arcos apuntados arriba y abajo, producía la sensación de una cornisa de mocárabes. En el resto de los muros, recorridos por esa misma franja de falsos mocárabes. hiladas de ladrillo pintadas con las mismas dimensiones de las reales, confundían al espectador entre la realidad y la ilusión. En los paramentos inclinados de remate de los garitones, unas líneas de espina de pez, exageraban su esbeltez y prolongaban su punta hacia abajo...
En esa parte exterior los cuatro tipos de ornamentación definidos, conviven y se combinan, existiendo un plan general pre-establecido para su uso: en la parte superior, impera la oruamentación escultural-arquitectónica, como ya dijimos. En sus paños lisos, se extiende la ornamentación por medio de la llaga con terminación plana y pulido de aquella en sus hiladas horizontales, redondeando el borde superior del ladrillo en las cornisas donde éste se coloca en posición vertical. Una o dos franjas de ornamentación pintada recorre todo el perímetro para aligerar el gran espacio, con la imitación de la cornisa de mocárabes, descrita anteriormente.
En los garitones es donde se permiten variaciones de los motivos pictóricos, abundando la ornamentación pintada de motivos arquitectónicos (donde falsos tendeles de ladrillo producen distintas combinaciones con su falsa llaga), geométricos y, en ocasiones, florales.
En pequeños enclaves tambien se puede percibir ornamentación grabada.
Aunque como se ha dicho los motivos dc decoración más utilizados en el exterior del castillo, muy simples, son de tema geométrico o arquitectónico, existen tambien motivos epigráficos, herederos de la tradición musulmana del uso de la epigrafía con sentido decorativo, en la Torre del Homenaje, donde con pintura y letra gótica está escrito el nombre y la fecha de la fundación del monumento, ya mencionados, todo ello desgraciadamente incompleto; y una inscripción musulmana de rasgos cúficos, ejemplo único en este monumento, realizada con función ornamental en un paño de la torre de Pedro Mata (noroeste).
En el interior del castillo el artista ha dejado volar su imaginación e inventiva, y más parece en ocasiones una exposición de muestras de decoración, sin repetición de motivos, en este caso pintada (en la mayoría de las ocasiones) que algo homogéneo y planeado previamente, llegando a coexistir diferentes propuestas para cada uno de los paramentos de una misma habitación, solamente unificadas por las franjas que las recorren en sentido horizontal.
La decoración invade el espacio, techos y paredes, intradoses de ventanas y puertas. Sólo deja libre y pulida la zonabaja de los paramentos (hasta 1,50 m aproximadamente.) a modo de zócalo donde se arrimarían los muebles y, en paramentos de gran altura, una zona comprendida entre la decoración del muro (variable en altura) y la bóveda, así mismo decorada. El espíritu ilusionista del exterior también tiene aquí su representación, con falsos ladrillos pintados (aunque se correspondan en tamaño y posición a los reales subyacentes), despiece de sillares de piedra (nunca existentes) y trampantojo, en algún caso, de nervios y vanos no reales.
Quizás esta decoración pintada no existiera en la parte noble desaparecida, en la mayoría de los casos, la pintura mural es la solución barata para la sustitución de materiales nobles, costosos de importar de otras tierras, como son los mármoles, los alicatados, o los tapices.
El efecto de la ornamentación nos hace evocar los alarifes mudéjares, ya por su espíritu, la repetición exhaustiva de los motivos, la inclinación hacia la geometrización y la abstracción, la sensación de «horror vacui» que produce; ya por la paleta de colores que utiliza, restringida al blanco, rojo y negro; ya por los motivos: lazos y entrelazos, estrellas de a ocho, arcos de herradura (pintados, naturalmente) con despliegue de dovelas en blanco y rojo, líneas quebradas, zig-zags, hileras de puntas fijadas a un borde, todo ello con una sabia distribución de ángulos, curvas y contracurvas.
Estos motivos responden, en su mayor parte, a los que hemos denominado geométricos y arquitectónicos, pero tambien aparecen motivos heráldicos en las claves de las bóvedas con escudos (varios de los Fonseca, otros en los que en la actualidad no se adivina el tema), simbólicos, de los que hablaremos más adelante, vegetales con flores de seis pétalos, hojas, y árboles, y, excepcionalmente zoomorfos, en la figura repetida del pez.
Se ha querido ver en estos motivos simples, repetitivos, donde con gran ingeniosidad se modifican las disposiciones internas para conseguir un número interminable de figuras, de gran fuerza decorativa, precedentes en los diseños de tejidos de ascendencia musulmana. Pero, de tal manera esquematizados y con tal colorismo, los que aquí se pueden ver tienen mayor relación con la cerámica de alicatados o la de uso doméstico que en estos momentos se está utilizando en Paterna y Muel. Esta vinculación adquiere mayor significación en el caso de los motivos figurativos.
Por otm lado, la pintura mural permite una mayor variedad de combinaciones que los alicatados o tejidos, una versatilidad de variaciones sobre el mismo tema, un ingenio que hace que cada zona del castillo, con una repetición de motivos dentro de ella, sea diferente a las demás.
Como antecedente directo, con el mismo tipo de filosofia ante el muro, técnica de ejecución, materiales empleados y motivos de decoración, nos encontramos con la ornamentación recientemente descubierta bajo capas de revoco en la vecina iglesia de San Andrés de Cuéllar, en donde tambien pusieron la mirada los artífices de la ornamentación del castillo al realizar las hiladas de columnillas verticales de ladrillo aplantillado. ¿Mera coincidencia o podríamos pensar en un alarife que nació o conoció muy bien el edificio religioso de la villa segoviana, anterior en el tiempo a la ejecución del castillo?
Si comparamos las decoraciones de los dos monumentos, sin embargo, salta a la vista que el decorador de Coca muestra un grado mayor de manierismo, si en los ábsides de la iglesia citada el ilusionismo de la pintura se limita a la imitación de ladrillos y sillares, o al falseamiento de vanos con colores planos, aquí nos encontramos con un artista más sutil y refinado, que tiene en mayor consideración el efecto final de luces y sombras.
Hay que tener tambien en cuenta que este tipo de decoración, como queda ya dicho, no sería única en estos dos edificios; por el contrario, era la expresión de un lenguaje popular muy común en esta zona. En realidad, el castillo de Coca y su ornamentación son el resultado de varios condicionantes que coinciden: unos alarifes que seguramente conocerían San Andrés u otros edificios similares de la zona, un mecenas, D. Alonso, que vive grandes temporadas en Sevilla y por ello se complace con el efecto estético musulmán, un gusto generalizado en la segunda mitad del siglo XV por decorar las viviendas privadas de reyes y nobles a «lo morisco» (artífice, mecenas y sociedad).
Entre sus salas, correspondientes a las torres principales, destaca, en primer lugar la Sala de Armas, de planta cuadrangular, situada en el piso principal de la Torre del Homenaje, sobre la capilla, donde, como clave de una bóveda de horno, pintada con un despiece de sillares y falsos nervios con decoración roja de ondas, se encuentra, incompleto, el escudo de los Fonseca, con estrellas rojas de siete puntas sobre fondo blanco’
En sus cuatro paredes se extiende la decoración, ornamentación pintada, de igual disposición en todas ellas: A partir de 1,50 m, zona reservada sin decoración, se extiende una ancha franja de ornamentación geométrica en rojo.
Mayor variedad presenta la decoración de la Sala de los Peces,en la torre del suroeste, donde la aparición de las curvas y contracurvas invadeel espacio, entrecruzándose en forma de cinta con el propio despiece de dovelas (exageradamente alargadas, sin buscar el sentido de la realidad, sino un gusto manierista de las formas) de las puertas, formando el diseño de las franjas horizontales, constituyendo los propios motivos decorativos principales.
En esta sala la imaginación del artista se desborda: cada enmarque dcpuerta es diferente, como lo son las franjas correspondientes a cada pared yos temas centrales de cada paramento, en donde se juega con distintas combinacionesdel mismo motivo.
En la sala principal de la torre de Pedro Mata o del noroeste, se encuentra la Sala de las Jarras o del sonido de planta octogonal y bóveda de horno, volvemos a encontramos con pinturas de gran influencia musulmana. Es difícil imaginar la utilidad de esta sala, porque lo que nos podría sugerir su decoración,
relacionada con el agua y y de gran delicadeza, como si de uso privado o femenino se tratara, está en clara oposición con el uso del resto de la torre: en el piso bajo, prisión, en el siguiente, único comunicado con el anterior por su suelo, cuarto de vigilancia.

Texto extraído del trabajo de Carmen Rallo Gruss titulado "El castillo de Coca y su ornamentación".